Editoriales

JURAMOS VENCER

Sábado 8 de abril, hacía 30 días que las mujeres salteñas habíamos abrazado nuestras banderas para ir a caminar alrededor de las calles del microcentro local. Gritamos hasta quedar sin garganta que: nos están matando, pegando, violando, mortificando y excluyendo de la vida. El patriarcado larga un hijo sano de su sistema para perpetrar los hechos más aberrantes que pueden existir. Así es como sucedieron las muertes de Micaela García en Entre Ríos y de Ornella Dottori en Tucumán. Con semanas de diferencias ambas jóvenes fueron ultimadas por  femicidas.

El Estado es Responsable, versa el cartel que encabeza cada una de las marchas y convocatorias públicas #NiUnaMenos, un feminismo que se convoca en plazas y calles de la provincia y el país de modo espontáneo. El objetivo es lograr que la decisión política de la República, ponga fin a la escalada de muertes en la población femenina, como una costumbre que se anquilosa en la sociedad bajo el machismo imperante.

El Estado es Responsable porque no Educa para erradicar la violencia de género, porque no concibe las estrategias políticas necesarias para revertir un sistema como el patriarcal y básicamente no lo hace porque este sistema sostiene dos aspectos que son de ayuda para los que ocupan la función pública: 1.- la dominación del Poder y 2.- el capitalismo como herramienta de dicha dominación.-

Los padres de estas jóvenes víctimas, como familiares y  amigos de todas las mujeres, niñas, adolescentes, etc, muertas por femicidas, entienden las implicancias del yugo que pesa sobre todos, a partir del dolor del irreversible hecho, pero junto a ellos están los entornos cercanos de las miles víctimas de redes de trata, las de explotación laboral, las del acoso callejero, etc.

Hay una fuerte presión social que tiende a admitir estas prácticas del poder y en esto encontramos tanto hombres como mujeres. ¿Cómo, mujeres machistas? Pues sí, las hay y son a su vez, elementos necesarios en hogares donde se observa una impronta formacional orientada a avalar la dominación sobre la mujer.

La raíz política de estas conductas que comienzan en el núcleo familiar, existe en el sistema educativo imperante, en la forma que las leyes permiten relaciones laborales que desfavorecen a la mujer, que alientan la desigualdad y que fortalece una democracia de las formas por encima de las garantías y derechos.

No es raro admitir que vivimos en una sociedad a punto de estallar por lo desequilibrado de sus relaciones; no obstante que eso suceda, parece que arrastrará a las víctimas, sin distinciones de ninguna clase, aunque con mayor vulnerabilidad a las mujeres de la periferia social y económica de este país.

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