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Feminismo y su Mala Prensa

El feminismo como movimiento de lucha igualitaria, atacada por la critica patriarcal.

 

En parte es normal, y en parte se lo ha buscado. Me explico. El feminismo es el movimiento más subversivo de los que se han dado en los últimos siglos, pues en su propuesta está ‘subvertir’ el orden establecido del sistema desde la base misma del orden social desmontando y rediseñando todas las estructuras, desde las más amplias hasta las más íntimas. El feminismo se ha planteado resignificar el papel de las mujeres en la sociedad, en la esfera política, en la economía y en las leyes, pero también en la maternidad, en la familia, en el sexo, en el amor y en la representación del papel mismo que ocupamos en el imaginario colectivo y en la esfera simbólica. Es decir, que el feminismo plantea ‘destruir’ el mundo tal y como lo conocemos, y volver a construir un orden social nuevo. Y eso no lo tolera ningún sistema.

Por otro lado, aunque tiene como sujeto político a “sólo” la mitad de la población, sus propuestas afectan directamente a la posición y a las condiciones de la “otra” mitad y amenazan directamente sus privilegios, de manera que es esperable que los implicados se sientan, en cierta medida, amenazados. Porque eso de que el feminismo apuesta por un “poder de suma cero”, en el que nadie pierde y todos ganan, ha sido más una estrategia de persuasión que una realidad. El feminismo reivindica que las mujeres tengan las mismas oportunidades y los mismos derechos que los hombres, lo que no significa en ningún caso una “pérdida” para los hombres, pero también exige el final de un sistema de dominación (el patriarcado) en el que los hombres ostentan privilegios en todas las esferas, sólo por el hecho de serlo, y siempre a costa de que las mujeres estén subordinadas. Para que dejemos de estar subordinadas, los hombres deben dejar de tener privilegios. Así de simple. Y nadie está dispuesto a renunciar a sus privilegios voluntaria y pacíficamente.

Por estas razones, es comprensible que el sistema y el grupo privilegiado por éste hayan puesto a lo largo de la historia todas sus herramientas al servicio de desactivar un movimiento que es una amenaza abierta para uno y otros. Y, como todos los sistemas de dominación, el patriarcado ha entendido que sólo con la represión y la violencia explícita no se puede reprimir la subversión. Así que, además de todas las formas de violencia patriarcal (la violencia machista, el feminicidio, las leyes represivas, el terror sexual, la explotación económica), el patriarcado ha utilizado el desprestigio del feminismo y de las feministas como una estrategia de desactivación desde sus primeras manifestaciones.

A las mujeres que participaron en la Revolución Francesa y luego se vieron brutalmente apartadas del poder que se conquistó en este proceso (que se consideran la referencia del surgimiento del feminismo contemporáneo occidental), cuando trataron de reivindicar una posición justa y equitativa con respecto a la de sus compañeros de lucha, se las acusó de “locas”, se ninguneó su aporte a la lucha y se cuestionó su voz. Cuando no, se las guillotinó, como a Olimpya de Gouges, que murió ejecutada después de escribir Los derechos de la Mujer y la Ciudadana al entender que la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y el Ciudadano no las incluían. Por su final, parece que tenía razón.

Así, las mujeres que han reivindicado sus derechos de forma individual y colectiva se han visto expuestas al desprecio, la crítica cruel, al desprestigio y al cuestionamiento constante en todos los momentos históricos.

Las críticas

Los ataques al feminismo han partido casi siempre de cuestionar la existencia del propio movimiento como tal. El patriarcado ha planteado a lo largo de la historia al feminismo como una banda desorganizada de mujeres que ni estaban articuladas, ni tenían objetivos, ni estrategias, ni eran capaces de hacer propuestas de cambio concretas ni, mucho menos, eficaces o aplicables. Por eso, al feminismo todavía hoy no se le reconoce su papel relevante en cambios sociales efectivos que no hubieran sido posibles sin su lucha y sus propuestas.

Pero el feminismo también es una teoría política, una perspectiva que ha desarrollado análisis de todos los ámbitos de la sociedad, la ciencia y la cultura. Así, otra de las estrategias del patriarcado ha sido despreciar la capacidad del feminismo de analizar la realidad, explicarla y ofrecer alternativas. De esta forma, los diferentes ámbitos del conocimiento han ignorado (y hasta se han burlado de) las propuestas de las estudiosas feministas que han pretendido integrar el enfoque de género en la compresión y la reconstrucción del mundo.

Además de todo, el feminismo es una experiencia vital. Y, como tal, condiciona los comportamientos y aspiraciones de todas las mujeres que se acercan a él, y afectan a las de las personas que confluyen en su entorno. Y éste ha sido el principal espacio de ataque al feminismo, a través de los ataques individuales a las feministas.

Naomi Wolf, en El mito de la belleza, explica que a las mujeres siempre se nos ha castigado en la autoestima privada por nuestras acciones públicas, así que era esperable que al movimiento feminista, en general, y a las mujeres que militan y luchan en él, en particular, se las ataque explícitamente en la esfera privada: locas, putas, brujas, feas, gordas, lesbianas y amargadas. Esas han sido históricamente las críticas a las mujeres que han luchado en el feminismo, y ninguna de ellas es casual. Todas atacan al mandato principal que se nos impone a las mujeres: identificarnos según la percepción ajena, es decir, gustar a los demás, a costa de hacer lo que se espera de nosotras.

Considerando que el feminismo va, precisamente, de lo contrario, la estrategia es muy eficaz.

¿Qué podemos hacer las feministas para neutralizar estos ataques? 

En primer lugar, reconocer que lo han conseguido. Que el feminismo, una ideología de la libertad, que plantea mejorar las condiciones de vida de todas las personas acabando con un sistema injusto de dominación, no ha conseguido calar de forma masiva ni siquiera entre las personas (las mujeres) por cuyos derechos lucha. ¿Y qué hacemos con esto?

Explicar que el feminismo es una cuestión de justicia

Uno de los éxitos de la propaganda patriarcal es que ha conseguido extender la idea de que las feministas pretendemos suplantar el sistema de dominación e imponer un poder por y para las mujeres. Tenemos la responsabilidad de contrarrestar ese discurso y hacer entender que el feminismo es una propuesta de liberación, de eliminar los privilegios de la mitad de la población para dotar de forma efectiva de todos sus derechos a la otra mitad. Porque ninguna persona que crea en la justicia puede tolerar vivir en posición de dominación, ni como parte del grupo oprimido, ni del dominador.

Aclarar que el enemigo no son los hombres

Es el patriarcado. Nosotras lo sabemos, pero ellos todavía no. A pesar de formar parte del grupo privilegiado, y de que tenemos que exigir que los hombres reconozcan que no habría sistema de dominación sin colaboración del grupo dominador, es fundamental que dejemos claro a los hombres que su posición en la lucha feminista no es enfrente, sino a nuestro lado. La estrategia de presentar al feminismo como una confrontación en la que los sexos son enemigos es una de las que más ha utilizado el patriarcado desde diferentes posturas, incluidas las de izquierdas, desde donde han partido discursos que acusan al feminismo de “despistar de la lucha de clases”.

Visibilizar que todos los temas, todas las luchas, todas las disciplinas, son “cosas de mujeres”

El patriarcado ha basado su sistema de violencia simbólica en la idea de que los intereses generales son los intereses masculinos, y que los intereses de las mujeres sólo son importantes para nosotras. Tenemos que acabar con esa visión e introducir el análisis feminista en todos los temas, la perspectiva de las mujeres en todas las luchas y propuestas. En realidad, el patriarcado se sostiene porque hombres y mujeres hemos aprendido a ver el mundo desde la perspectiva masculina. El feminismo tiene la responsabilidad de integrar la visión y la experiencia vital y política de las mujeres en la forma de ver y construir el mundo.

Entender que una de nuestras responsabilidades es el proselitismo

Desde el momento en que entendemos el feminismo como una propuesta liberadora, y que pretendemos construir una sociedad nueva desde ahí, tenemos prácticamente la obligación de conseguir que se extienda como propuesta política y como movimiento social, así que deberíamos ponernos como objetivo para todos nuestros actos el hecho de que seamos cada vez más.

Adaptar nuestro lenguaje al público no “iniciado”

Para cumplir con nuestro objetivo de que cada vez más mujeres y hombres asuman las propuestas del feminismo tenemos precisamente, la responsabilidad de prestar atención a que las personas que no están familiarizadas con el discurso feminista entiendan nuestros mensajes. Así, es importante popularizar el uso de conceptos como patriarcado, dominación o violencia simbólica.

Encontrar el equilibrio entre la pedagogía y la lucha

Que todos los días no te despiertas con ganas de explicar otra vez lo más básico, lo sabemos. Pero a veces es importante tomarse la molestia de tratar de dar explicaciones asequibles a un público no iniciado, pero interesado. Otras veces, cuando no son dudas sino cuestionamientos, enfrentamientos abiertos o pretensiones de desmontar el discurso, es inútil la pedagogía.

Apelar a las vivencias individuales, tanto de los hombres como de las mujeres

Explicar el patriarcado puede resultar difícil, especialmente con las personas que no tienen construido un discurso feminista, por lo abstracto y simbólico de sus sistemas de reproducción de la dominación, de manera que deberíamos centrarnos más a menudo en explicar cómo se traduce en situaciones cotidianas de la vida de mujeres y hombres.

Pasarlo bien

Hay pocas cosas más revolucionarias que la alegría. Y si estamos tratando de construir un mundo distinto, podemos aprovechar la oportunidad para hacer la revolución “bailando”. Cuidarnos en lo individual y en lo colectivo, poner en la agenda las cosas que nos interesan y nos mueven, recuperar lo lúdico en la reivindicación y lo privado en la política, divertirnos mientras luchamos… Así es muy difícil no convencer a todo el mundo de que la nuestra es una lucha justa. Además, de eso va esto, ¿no? De ser cada vez más libres, cada vez más autónomas, cada vez más felices.

Mantener el sentido del humor y utilizarlo como arma

Si la alegría es revolucionaria, el sentido del humor es subversivo. La propaganda patriarcal ha utilizado la sátira para neutralizarnos, y quizás deberíamos aprender de eso. Tenemos que recuperar el espacio simbólico que supone el humor. La propaganda patriarcal se ha preocupado de partirse la polla de la desigualdad, de la violencia contra las mujeres, de nuestra imposición del cuidado y de lo doméstico… y nos ha robado el cuerpo, que parece ser una fuente inagotable de bromas y burlas. Vamos a apropiarnos de la capacidad de reírnos de nosotras, pero sobre todo vamos a recuperar el humor como arma. Porque el humor puede ser muy destructivo para los discursos de la dominación, porque a través del humor se pueden plantear críticas que resultarían agresivas con un tono grave, y porque no hay nada que cabree más a un machista que una mujer que se ríe de lo que de verdad le hace gracia.

Adelantarnos a las críticas

Los argumentos en contra del discurso feminista son tan repetitivos que podríamos preparar un argumentario que respondiera a prácticamente todos ellos. Venga, a preparar respuestas para desmontar ideas como que el feminismo es como el machismo pero al revés, que las acciones positivas discriminan a los hombres, que la igualdad ya está conseguida o que estamos todas paranoicas porque nos falta un buen pene.

¿Tenemos aliados en esta lucha?

Sí, los medios de comunicación. A ellos tenemos que exigirles que nos representen como lo que somos: un movimiento social compuesto por mujeres organizadas y articuladas en torno a propuestas políticas concretas y realistas, basadas en la teorización de otras mujeres que han analizado todas las esferas de la vida desde una perspectiva integradora. Y que tenemos la osada pretensión de ser todo lo libres, autónomas y felices que podamos.

Fuente: Revista Pueblo – IRANTZU VARELA

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